El esguince de tobillo se produce de manera muy frecuente, sobre todo en personas deportistas, afectando principalmente al ligamento lateral externo y, en menor medida al ligamento lateral interno.
Debido a su frecuencia y a la incapacidad resultante de la lesión, supone un importante problema. Un mal tratamiento, así como una rehabilitación inadecuada o insuficiente podrá provocar una inestabilidad crónica.
La clasificación de los esguinces de tobillo se realizará teniendo en cuenta la gravedad de la lesión y los elementos desgarrados, existiendo 3 grados en la clasificación:
Esguince de grado I: Se produce una distensión ligamentosa que no llega a provocar inestabilidad en la articulación. El dolor es leve y puede o no conllevar asociado edema.
Esguince de grado II: Se produce una rotura parcial del ligamento afectado y puede haber afectación a nivel de la cápsula anterior. El dolor y el edema es moderado produciendo un hematoma tardío.
Esguince de grado III: Hay una rotura del ligamento lateral externo pudiendo ir ligado a otra lesión de origen óseo. El dolor y el edema son elevados, se puede produce un hematoma de grandes dimensiones, así como incapacidad para caminar.
Siempre que se produzca un esguince no sólo los ligamentos se verán afectados, hay otras estructuras como tendones, vasos sanguíneos y nervios que también se podrán ver afectados en mayor o menor medida.
Para un correcto diagnóstico las pruebas más fiables serian la resonancia magnética y la ecografía, la radiografía en algunos casos es importante para descartar posibles fracturas. En muchos casos no se realizarán estas pruebas y el fisioterapeuta se servirá de tests articulares, musculares y de estabilidad para comprobar el alcance de esguince y así pautar el tratamiento correcto.
